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¿Qué es brain rot, shitposting o Tralalero Tralalá? Te traduzco el Internet de tus hijos
Porque no se trata solo de memes: estas palabras dicen más de lo que parecen sobre la salud emocional y digital de la infancia
Tu hijo está viendo un video en su celular. De fondo, una voz robótica canta en un italiano extraño mientras un tiburón con piernas humanas y zapatillas Nike corre sin sentido. Él se ríe a carcajadas. Tú frunces el ceño. “¿Qué estás viendo?” —preguntas. Y él, entre risas, responde: “Es Tralalero Tralalá, mamá. ¡Es lo máximo!”

¿Te ha pasado algo parecido?
Hoy, muchas madres y padres sienten que los videos, las palabras y los memes que consumen sus hijos parecen venir de otro planeta. Entre el brain rot, el shitposting, el doomscrolling o el simp, pareciera que están hablando otro idioma. Uno que no solo desconcierta, sino que también inquieta: ¿qué hay detrás de estas palabras? ¿Qué dicen sobre cómo están creciendo? ¿Deberíamos preocuparnos?
En este artículo te traduzco ese nuevo diccionario digital que usan niños, niñas y adolescentes para nombrar emociones, desconectarse del mundo real o simplemente sobrevivir a su día. Porque entender cómo hablan también es entender cómo se sienten. Y porque, aunque parezcan solo memes, muchas veces nos están diciendo mucho más.
¿Qué es brain rot?
“Podredumbre cerebral”: el contenido que entretiene a costa de la atención, la empatía y el bienestar
Brain rot significa literalmente “podredumbre cerebral”. No es una enfermedad clínica —al menos no todavía—, pero sí una forma popular de describir cómo se sienten los chicos después de ver demasiado contenido sin sentido: videos absurdos, memes estrafalarios, imágenes delirantes generadas por IA. Todo eso que parece no tener ni pies ni cabeza… pero que atrapa.
Quienes lo consumen lo saben: es “contenido basura”. Lo dicen ellos mismos, entre risas. Y lo buscan con intención: como forma de desconexión, evasión, anestesia emocional.
Pero no es tan inocente como parece.

Pudrición cerebral" fue la palabra Oxford del año 2024
Cuando el algoritmo recompensa lo inútil
El término brain rot ha explotado en plataformas como TikTok y YouTube Shorts, especialmente entre preadolescentes y adolescentes. Son videos que duran segundos, hiperestimulantes, visualmente caóticos y completamente carentes de estructura. Todo pensado para mantener al cerebro atrapado sin ofrecer nada a cambio.
Oxford University Press lo eligió como una de las palabras del año 2024 porque su uso creció más de 230%. Pero no solo creció el uso: también crecieron las señales de alerta.
Un estudio reciente publicado en Computers in Human Behavior Reports reveló que el consumo sostenido de contenido fragmentado y sin narrativa clara, como el asociado al fenómeno brain rot, afecta directamente la capacidad de concentración, reduce la tolerancia al aburrimiento y puede alterar la regulación emocional en niños y adolescentes.
En palabras simples: cuanto más tiempo pasan viendo contenido diseñado para no tener sentido, más difícil se les hace encontrar sentido a lo demás.
¿Por qué deberíamos preocuparnos?
Porque detrás de la risa hay fatiga. El brain rot no es solo distracción: es síntoma de una infancia saturada de estímulos y con poco espacio para el silencio, la creatividad o la conversación significativa.
Varios expertos en salud mental infantil advierten que este tipo de contenido reduce la capacidad de disfrute por actividades no inmediatas, como leer, jugar o simplemente estar en calma. Además, puede dificultar el desarrollo de habilidades como la empatía, la imaginación y la construcción de pensamiento crítico.
Como explica el psicólogo Justin Karter, autor del artículo “Why teenagers are deliberately seeking brain rot on TikTok” (2023):
“Los adolescentes no buscan solo reírse: buscan no sentir nada por un momento. Es un contenido para apagar la mente, porque prenderla a veces duele demasiado.”
¿Y nosotros, como madres y padres?
No se trata de demonizar los memes. Pero sí de observar cuánto tiempo están expuestos a ese tipo de contenido y qué les está dejando. Porque si cada día necesitan más brain rot para sobrellevar la vida, algo más está fallando.
Podemos:
Limitar el tiempo frente a este tipo de videos sin sentido.
Promover alternativas que estimulen la creatividad (dibujar, armar historias, escuchar música con intención).
Conversar con preguntas abiertas: “¿Qué es lo que más te gusta de estos videos?”, “¿Alguna vez sientes que te quedas enganchado aunque ya no te estén haciendo reír?”
La clave no está en prohibir, sino en restituir el equilibrio. Que el algoritmo no decida por completo qué entra en la cabeza de nuestros hijos.
¿Qué es shitposting? Cuando el humor absurdo se convierte en arma… o en anestesia
En español, podríamos traducir shitposting como “publicar basura”. Así de literal. Se refiere a subir a propósito contenido mediocre, caótico o sin sentido, con intenciones que van desde el simple chiste hasta la burla cruel o el sabotaje informativo.
Un shitpost puede ser un meme absurdo, una imagen deformada, una frase incoherente o una burla tan cargada de ironía que cuesta saber si es broma o provocación.

¿Por qué los chicos lo hacen?
Porque funciona.
En la cultura adolescente digital, ser absurdo es una forma de destacar, de desafiar el algoritmo, de pertenecer a una comunidad que se ríe de lo incorrecto. Pero también puede ser un escudo emocional. El shitposting permite burlarse de todo sin mostrar emociones verdaderas, lo cual es tentador en un entorno donde expresar lo que se siente suele dar miedo o vergüenza.
Para muchos adolescentes, shitpostear es como decir: “me da igual todo”, cuando en realidad, nada les da más miedo que ser juzgados.
¿Y cuándo deja de ser un chiste?
Cuando ese humor se vuelve agresión.
Cuando lo absurdo se usa para ridiculizar a otros, desinformar o normalizar discursos de odio. Durante la última década, el shitposting fue utilizado incluso con fines políticos para desestabilizar debates, viralizar noticias falsas o propagar mensajes misóginos, racistas y violentos. Según un estudio de la Universidad de Ámsterdam (Memetic Persuasion in Online Extremism, 2021), este tipo de publicaciones ha sido usado en foros como 4chan y Reddit para radicalizar comunidades jóvenes, disfrazando ideologías peligrosas como “memes de broma”.
En palabras del investigador Miguel Palomo, en su artículo sobre los usos persuasivos del shitposting:
“El humor de baja calidad se vuelve una herramienta poderosa cuando desactiva las alarmas del lector y le permite absorber ideas extremas como si fueran parte del chiste.”
¿Y qué tiene que ver esto con la crianza?
Mucho.
Porque nuestros hijos están creciendo en una cultura que normaliza el cinismo, el sarcasmo y la crueldad disfrazada de risa. Donde expresar cariño puede ser considerado “cringe” (vergonzoso) y hacer un comentario cruel puede ganarte likes.
Como madres y padres, no se trata de entender cada meme, sino de entender el contexto emocional en el que surgen. Y de ofrecer otras formas de canalizar el humor, la rebeldía o la crítica sin tener que esconderse detrás del absurdo.
¿Qué podemos hacer?
Fomentar el humor creativo, no destructivo: reírnos con ellos, no de los demás.
Abrir espacio para la expresión emocional real: si todo se dice en broma, alguien tiene que preguntar en serio cómo se sienten.
Observar cambios en su tono de comunicación: ¿usan siempre la burla? ¿todo es sarcasmo? ¿hay espacio para lo sincero?
Entender el shitposting no es hacerle zoom a un meme. Es preguntarnos: ¿cómo hablan nuestros hijos cuando quieren decir algo sin decirlo? Y ayudarlos a construir un lenguaje donde lo auténtico no dé vergüenza.
¿Qué es doomscrolling? Cuando no pueden dejar de mirar malas noticias, aunque les duela

Doomscrolling es un término que nació en 2020 y que se traduce como “desplazarse sin parar por noticias catastróficas”. Es ese hábito —cada vez más común— de quedarse pegado al celular, consumiendo sin descanso información angustiante: guerras, crisis climáticas, tragedias, escándalos, violencia.
Y lo más preocupante: no puedes parar, aunque sepas que te hace mal.
¿Por qué lo hacen?
Porque el cerebro busca certezas. Y, paradójicamente, se queda atrapado en la búsqueda de más información, incluso cuando lo que encuentra genera ansiedad o desesperanza.
Durante la pandemia, este comportamiento se disparó entre adolescentes y adultos por igual. Pero los estudios muestran que los más jóvenes son especialmente vulnerables, porque no tienen aún las herramientas emocionales para filtrar o procesar tanta negatividad.
Una investigación publicada por la American Psychological Association en 2022 reveló que el doomscrolling está directamente relacionado con niveles más altos de ansiedad, insomnio, sensación de impotencia e incluso síntomas depresivos. Y lo más preocupante: cuanto más tiempo pasan expuestos a ese tipo de contenido, más difícil se les hace desconectarse, aunque les genere angustia.
¿Y qué pasa con nuestros hijos?
Muchos chicos y chicas no solo hacen doomscrolling por eventos globales. También se quedan atrapados en bucles de noticias sobre temas que los afectan personalmente: bullying, violencia escolar, desastres naturales en su país, influencers que mueren, imágenes perturbadoras.
Están informados. Pero también están sobrepasados.
Y lo hacen en soledad, sin adultos que los acompañen a digerir lo que están viendo. Sin una pausa. Sin una conversación. Sin ayuda.
¿Cómo detectarlo?
Estas son algunas señales:
Quedarse despierto hasta tarde viendo noticias en redes.
Cambios de humor después de usar el celular (más irritables, tristes o ansiosos).
Comentarios recurrentes sobre el estado del mundo con tono pesimista (“todo está mal”, “no hay futuro”).
Dificultad para concentrarse o para disfrutar de actividades que antes les gustaban.
¿Qué podemos hacer?
Hablar de lo que ven, no solo controlar el tiempo de pantalla. Preguntar: “¿Qué viste hoy que te impactó?” o “¿Algo de lo que leíste te dejó preocupado?”
Ayudar a filtrar la información. Ofrecer fuentes confiables, explicar qué es una noticia manipulada y enseñar a identificar contenido sensacionalista.
Enseñar a cerrar la puerta. No todo hay que verlo. No todo hay que saberlo en tiempo real. Estar informados no es estar atrapados.
Dar permiso para desconectarse. No es desinterés, es autocuidado.
El dato importante
En 2023, se creó la primera “Escala de Doomscrolling” para adolescentes, desarrollada por psicólogos en Turquía. ¿El hallazgo principal? A mayor exposición a noticias negativas, menor bienestar emocional y más dificultades para dormir, estudiar y socializar. Es decir: doomscrolling no solo les roba la paz. Les roba calidad de vida.
¿Qué es simp? Cuando cuidar o querer se vuelve motivo de burla
Simp es una palabra que muchos adolescentes usan hoy para ridiculizar a alguien (generalmente un chico) que se muestra demasiado atento, cariñoso o servicial con una chica… especialmente si ella no le corresponde.
En otras palabras, es el insulto moderno que reciben los chicos por “pasarse de buena gente”.
Y, por absurdo que parezca, se ha vuelto uno de los términos más comunes para vigilar y controlar cómo deben comportarse los varones en el mundo digital.

¿Cómo funciona?
Un adolescente defiende a una amiga en un chat, comenta positivamente una publicación de una influencer o le compra un regalo a su novia… y sus amigos le dicen: “Ya deja de simpear”. Es decir, deja de mostrar afecto, deja de cuidar, deja de esforzarte. Porque ser un simp es, en ese código juvenil, ser débil, perder la dignidad, “rebajarse” por alguien. Sí, así de fuerte. Así de equivocado.
¿De dónde viene esta idea?
Aunque el término tiene décadas de historia en el rap estadounidense, resurgió en 2020 en redes como TikTok, Twitch y Twitter, y rápidamente se convirtió en una forma de policía emocional: decirle a los chicos cómo (no) deben amar, cuidar o relacionarse.Y no es casual que siempre sea el cariño el que se castiga.
En una cultura que todavía valora la dureza, el sarcasmo y la “indiferencia cool” como atributos masculinos, ser amable, empático o entregado se castiga con burla.
Según un análisis del medio Yorokobu, simp no solo es una broma entre amigos: es un reflejo del miedo colectivo a mostrarse vulnerable en la era digital.
¿Por qué importa que hablemos de esto?
Porque si cada vez que un adolescente expresa cariño le llaman simp, aprende a reprimir el afecto. Y si cada gesto amoroso se ridiculiza, los chicos terminan asociando la ternura con la vergüenza.
Eso tiene consecuencias:
Relaciones adolescentes más frías, controladas o llenas de juegos de poder.
Dificultades para expresar emociones auténticas.
Normalización de la idea de que querer “demasiado” es rebajarse.
¿Y las chicas?
También son afectadas. Porque los mismos códigos que ridiculizan al simp, refuerzan la idea de que las mujeres son frías, manipuladoras o “que no lo valen” si no corresponden el afecto. Así se crea un ciclo de sospecha y competencia que empobrece los vínculos desde el inicio.
¿Qué podemos hacer como madres y padres?
Ponerle nombre al fenómeno. Hablar con tus hijos del término simp. Preguntar si lo han usado o si lo han recibido. ¿Cómo lo interpretan?
Reivindicar el valor del cuidado. Decir con claridad que ser atento, respetuoso o generoso no es sinónimo de debilidad.
Modelar relaciones afectivas sanas. Mostrar que en el amor —de pareja, de familia o de amistad— lo valioso no es “ganar”, sino conectar.
Enseñar a identificar burlas normalizadas. A veces el bullying emocional se disfraza de humor. Enseñarles a reconocerlo es proteger su autoestima.
Llamar a alguien simp parece solo una broma. Pero detrás hay un mensaje poderoso: que querer demasiado es peligroso.
Y justo ahí es donde necesitamos estar más atentos, más presentes, y más dispuestos a darles otras palabras para amar.
¿Qué es Tralalero Tralalá? El tiburón con zapatillas que está de moda en redes (y hasta las marcas se subieron al trend)
El meme que parece inofensivo… hasta que entiendes lo que dice
Tralalero Tralalá es uno de los personajes virales más populares del momento en TikTok, YouTube Shorts y reels de Instagram. Se trata de un tiburón con piernas humanas y zapatillas Nike, que corre sin parar mientras suena una voz robótica en italiano que recita un trabalenguas tan pegajoso como inentendible. A su alrededor, colores brillantes, música repetitiva, movimientos acelerados y animaciones que rozan lo absurdo.
Este personaje es parte de una tendencia conocida como “brainrot italiano”: una corriente de videos generados (en parte o totalmente) por inteligencia artificial, que mezclan personajes surrealistas con música caótica y frases sin sentido. Todo es exagerado, rápido y, a primera vista, inofensivo. Pero detrás del disfraz visual, el contenido puede esconder mensajes agresivos, vulgares o incluso blasfemo
El fenómeno comenzó a viralizarse a inicios de 2025. No está del todo claro si nació en Italia o en círculos hispanohablantes jugando con el idioma, pero su punto de explosión fue TikTok, cuando creadores empezaron a subir videos con nombres estrafalarios como Bombardiro Crocodilo, Tung Tung Tung Sahur o el ya famoso Tralalero Tralalá.
La estructura es casi siempre la misma:
Un personaje animal/humano absurdo (creado con IA)
Música intensa y rítmica
Una voz automatizada que recita una rima en italiano (o falso italiano)
Estética saturada: colores chillones, distorsión visual y sonido robótico
El resultado: contenido tan extraño que no puedes dejar de mirarlo.
Y eso, para el algoritmo, es oro puro.

Marcas se han sumado a esta moda
¿Qué tiene de malo?
Lo que preocupa no es solo la estética absurda. Es la letra.
El texto original del meme de Tralalero Tralalá incluye frases como:
“Trallallero Trallallà, porco Dio e porco Allah. Ero con il mio fottuto figlio… a giocare a Fortnite…”
Traducido al español:
“Tralalero Tralalá, cerdo Dios y cerdo Alá. Estaba con mi maldito hijo… jugando Fortnite…”
Es decir:
Insultos directos a figuras religiosas
Lenguaje vulgar
Referencias violentas disfrazadas de chiste
Y lo más grave: millones de niños y adolescentes están repitiendo estas frases sin saber qué significan. Algunas versiones incluso terminan con: “No traduzcas esto. No arruines la broma.”

¿Qué revela esto desde la crianza digital?
El poder del contenido enmascarado.
Este meme no tiene advertencias, no parece peligroso, no muestra imágenes explícitas. Pero su mensaje es violento, blasfemo y grosero. Y eso lo hace más difícil de detectar y cuestionar.
La tendencia a consumir sin entender.
En la era del scroll infinito, ya no importa si algo tiene sentido. Basta con que sea llamativo. Lo preocupante es que nuestros hijos están aprendiendo a repetir antes que a pensar.
La falta de filtro emocional.
Estos videos apelan al estímulo, no a la reflexión. No buscan conectar con una emoción, sino generar impacto inmediato, incluso a costa de normalizar lo ofensivo.
La participación comercial.
Algunas marcas ya están usando esta estética brainrot en sus campañas, sabiendo que genera atención. El sinsentido vende.
Pero, ¿a qué costo?
¿Qué podemos hacer como madres y padres?
Ver los videos con ellos. No basta con decir “eso no me gusta”. Hay que mirar, traducir, analizar y preguntar: “¿Te diste cuenta de lo que dice esta canción?”
Enseñar a desconfiar del sinsentido. Lo gracioso no siempre es inocente. Podemos acompañarlos a desarrollar un filtro: “¿Qué me están queriendo mostrar con esto?”
Ofrecer otras formas de crear. Si les gusta lo bizarro, lo absurdo o lo visualmente llamativo, podemos redirigirlo a herramientas como animación casera, collage digital o edición creativa. Que no solo consuman: que expresen.
Hablar del respeto, incluso en broma. Aprovechar estos momentos para reforzar valores: hay cosas con las que no se juega, ni siquiera disfrazadas de meme.
Tralalero Tralalá no es solo una moda. Es el ejemplo perfecto de cómo la cultura digital de hoy puede colarse en la infancia sin filtros, sin contexto y sin que lo notemos… hasta que ya lo están cantando.
Y en la crianza digital, lo que parece una broma visual puede ser el inicio de una conversación urgente.
¿Y entonces qué hacemos?
Después de leer sobre brain rot, shitposting, doomscrolling, simp y Tralalero Tralalá, es fácil caer en el miedo o en la tentación de pensar: “mejor les quito el celular”.
Pero la crianza digital no se trata de apagar pantallas.
Se trata de encender la conversación.
Estas palabras no son solo modas. Son síntomas culturales, formas en las que niños, niñas y adolescentes están expresando —a veces sin saberlo— emociones profundas: ansiedad, desconexión, necesidad de pertenecer, deseo de reírse aunque sea de lo absurdo.
La crianza de hoy exige entender el idioma que hablan en Internet, no para imitarlo, sino para acompañarlos a pensar, sentir y discernir lo que ese idioma está diciendo.
✅ Recomendaciones prácticas para madres y padres:
1. Traduce antes de juzgar.
Cuando escuches una palabra rara o un meme viral, no te burles ni lo descartes como “tontería”. Pregunta: “¿Qué significa eso?”, “¿Dónde lo escuchaste?”, “¿Qué te parece gracioso?” La risa puede ser la puerta de entrada a una emoción más profunda.
2. Acompaña, no vigiles.
No basta con controlar el tiempo de pantalla. Hay que ver con ellos, preguntar, compartir, explicar. No para espiar, sino para estar disponibles cuando algo los incomode, los confunda o los perturbe.
3. Desnormaliza lo que hace daño, aunque se disfrace de broma.
Hay humor sano, liberador, creativo. Y hay humor que es solo violencia enmascarada. Ayudémosles a notar la diferencia.
4. Modelo de lo que queremos que vean.
Si tú solo ves noticias catastróficas, te ríes del otro o haces scroll infinito sin pausa, ellos también lo aprenderán. La crianza digital empieza con nuestros propios hábitos.
5. Recuerda que la tecnología no educa sola.
El algoritmo entretiene. La crianza transforma.
Aprender su idioma no es rendirse, es acercarse
Puede que no entiendas por qué tu hijo se ríe con un tiburón que canta en italiano.
Puede que te dé rabia que se burle de alguien diciendo “simp”, o te preocupe que pase horas viendo contenido sin sentido.
Es natural. Esta es otra generación, con otro idioma emocional.
Pero no están tan lejos como parece.
Solo necesitamos hacer lo que siempre ha sido el corazón de la crianza:
escuchar, preguntar, observar, y ofrecer presencia.
Sí, incluso cuando el meme parece absurdo. Porque detrás de lo absurdo hay un mensaje. Y si no lo traducimos nosotros, lo traducirá TikTok.
📌 Porque no se trata solo de memes: estas palabras dicen más de lo que parecen sobre la salud emocional y digital de la infancia.
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Libros que te recomiendo
Fuentes y materiales recomendados
📊 Estudios citados:
Common Sense Media. (2023). Teens and pornography. Common Sense Media. https://www.commonsensemedia.org/research/teens-and-pornography
Children’s Commissioner for England. (2023). ‘A lot of it is actually just abuse’: Young people and pornography. https://www.childrenscommissioner.gov.uk/resource/a-lot-of-it-is-actually-just-abuse-young-people-and-pornography/
Sanjuán, C., & del Moral, C. (Coords.). (2020). (Des)información sexual: Pornografía y adolescencia. Save the Children España. https://www.savethechildren.es/informe-desinformacion-sexual-pornografia-y-adolescenciaHomes Igualitaris+8Bienestar y Protección Infantil+8Bienestar y Protección Infantil+8
Navarro, F. (2025, abril 11). La BBC desata indignación al entrevistar a Lily Phillips: “Empecé a consumir pornografía con 11 años”. Artículo14.es. https://www.articulo14.es/cultura/la-bbc-desata-indignacion-al-entrevistar-a-lily-phillips-empece-a-consumir-pornografia-con-11-anos-20250411.html
📚 Recomendaciones para profundizar:
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